Zenódoto, el bibliotecario de Alejandría

Una de las ciudades más fascinantes de la antigüedad fue Alejandría. Fundada en el año 332 a. C. por Alejandro Magno, fue la capital cultural del Mediterráneo antiguo, centro por excelencia de las ciencias y las letras. Todo ello fue posible gracias a uno de los mayores templos de cultura de la historia, la famosa biblioteca que Ptolomeo I Sóter – Πτολεμαίος Σωτήρ – ordenó construir para el engrandecimiento de la ciudad alejandrina.
Dentro de ese templo de conocimiento la incesante labor de escribas, estudiosos, filósofos y científicos permitió a la cultura helena alcanzar su momento de mayor esplendor. El abanico de estudios era de lo más variado, desde astronomía, biología y matemáticas, hasta filosofía o filología entre muchos otros.

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Una de las primeras personas encargadas de dirigir la biblioteca fue Zenódoto de Éfeso, 325-234 d. C. aproximadamente, cuyos estudios en el campo de la filología merecen su lugar y reconocimiento en la historia.
Zenódoto – Ζηνόδοτος en griego – fue el primer director de la biblioteca. El que fuera gobernador de Alejandría en aquel tiempo, Ptolomeo II Filadelfo, vio en Zenódoto uno de los hombres mejor preparados para desempeñar dicho cargo, especialmente por sus conocimientos en filología y poesía.
Un papiro encontrado en Oxirrinco – P. Oxy. 1241 – aporta algo de información sobre los años de actividad de Zenódoto como bibliotecario, período que oscila entre los años 290 y 270. Mientras que un documento del siglo X incluye una breve biografía del filólogo: se trata de la enciclopedia anónima bizantina Suda – Σοῦδα en griego -, que dice lo siguiente:

Zenódoto de Éfeso, poeta épico y filólogo, discípulo de Filetas de Cos en tiempos de Tolomeo I y primer editor crítico de Homero, también primer director de la biblioteca de Alejandría y educador de los hijos de Ptolomeo”.

Resulta que Ptolomeo II tenía el deseo de ampliar la biblioteca y llevarla a su máximo esplendor. Zenódoto, una vez elegido mayor responsable del complejo, inició con la ayuda de sus colaboradores un arduo trabajo de copia de todas las obras escritas en griego hasta ese momento. Se enviaron emisarios por las principales bibliotecas del mundo conocido para tomar prestados los rollos de papiro que contenían las más diversas obras de la literatura escrita hasta la fecha; una vez de regreso en Alejandría, los escribas de la biblioteca se encargaban de copiar el contenido de cada uno de los papiros. En algunos casos la pericia de Zenódoto y sus colegas no tenía límites, quedándose con las obras originales y devolviendo a sus respectivas bibliotecas una copia. Finalizado el trabajo de copia, los textos se clasificaban según la temática y el autor.

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A parte de la dirección de la biblioteca, Zenódoto realizó un importante estudio de la Ilíada y la Odisea, pues era un apasionado de los poemas homéricos. Sus amplios conocimientos de filología le permitieron realizar minuciosos análisis de los textos homéricos que llegaban a sus manos desde el resto de bibliotecas. El objetivo de toda la investigación era obtener el texto más puro y menos contaminado de Homero. Comparaba entre sí todos los papiros que contenían los poemas para poder identificar cuál era el texto más original o menos modificado, una ardua tarea de “crítica textual” – inventada el propio Zenódoto, según algunos estudiosos.
El de Éfeso consideraba como únicas obras originales de Homero la Ilíada y Odisea. Su trabajo consistía en la lectura y relectura de cada una de las copias de los poemas que llegaban a sus manos, para después proceder al análisis filológico. Durante el proceso anotaba las variantes de léxico o gramática, así como los errores. A continuación realizaba una copia del texto que el propio Zenódoto consideraba más original, antiguo o menos contaminado, anotando a margen las diferentes variantes y otras observaciones filológicas obtenidas de la lectura del resto de copias – llamados marginalia -. Cuando creía que un verso del poema no era auténtico, lo escribía con un obelós – ὀβελός “guión” -, evitando de esa manera eliminarlo, modificando lo menos posible el texto. De esa manera el lector comprendía que determinados versos, a ojos del editor, no formaban parte de la obra original sino que eran añadidos posteriores.
Una importante novedad en la elaboración de copia de Homero fue la división de cada uno de los dos poemas en 24 cantos, uno por cada letra del alfabeto griego, estableciéndose de esa manera un orden de letras que dura hasta nuestros días – algunas fuentes antiguas asignan a Aristarco de Samotracia, 216-144 a. C., la primera división en cantos de la Odisea -. Además, Zenódoto numeró cada uno de los cantos con las letras del alfabeto, mayúsculas para Ilíada y minúsculas para Odisea.
El continuo interés del bibliotecario por Homero y los poemas no finalizó ahí, llegando a elaborar un glosario de términos homéricos así como una biografía del propio aedo.
Zenódoto fue un hombre adelantado a su tiempo, amante de las letras y en especial del estudio de los textos. Gracias a él la filología sufrió un importante desarrollo mediante el estudio, copia y conservación de numerosas obras de la literatura griega. Su trabajo y legado han continuado vivos a lo largo de los siglos, un modelo para sus sucesores y los filólogos de nuestro tiempo.