Hoy en día acceder a la literatura extranjera resulta sumamente sencillo, basta con adquirir en cualquier librería o portal digital la obra que deseamos leer o consultar. Gracias al trabajo del traductor podemos disponer de una casi infinita fuente de conocimientos procedentes de todo el mundo. Parece una tarea sencilla: un traductor frente al libro en el idioma original, transformando paulatinamente su contenido al idioma deseado.
Pero hubo un tiempo en que acceder a la cultura de otros países no era así de fácil. Las comunicaciones entre pueblos eran difíciles y prácticamente inexistentes, sumado a la falta de soportes escritos y alfabetización de la población.
Tan desoladora situación en el Mediterráneo sufrió un importante cambio en el s. III a. C. con la construcción de una biblioteca en la antigua ciudad de Alejandría, considerada como el primer centro de investigación y conocimiento del mundo antiguo.
Fue precisamente en dicha biblioteca donde aconteció uno de los episodios más curiosos y fascinantes de la historia: la traducción al griego clásico de la Torah o Ley judía.
Cuenta la leyenda que 72 ancianos judíos tradujeron del hebreo al griego clásico en 72 días los cinco libros del Pentateuco – más adelante el número de ancianos y días se simplificó en 70, como 70 fueron los ancianos que acompañaron a Moisés en su ascenso al Monte Sinaí (Ex 24, 1).
Todos los detalles de tan complicada empresa han llegado hasta nosotros en la Carta de Aristeas a Filócrates, escrita entre los años 200-150 a. C.
Aristeas cuenta en su carta que el rey de Alejandría, Ptolomeo II Filadelfo, quería hacer algo bueno por la comunidad judía de la ciudad traduciendo los cinco primeros libros de la Torah al griego clásico, además de aprovechar para aumentar la numerosa colección de la Biblioteca. Para ello el monarca escribió al sumo sacerdote de Jerusalén, de nombre Eleazar, pidiéndole que enviara varones cualificados para traducir las escrituras. El sumo sacerdote tuvo a bien complacer la petición de Ptolomeo II, haciendo llegar a Alejandría 72 ancianos expertos en la Torah y las lenguas hebrea y griega. El monarca les ofreció todas las comodidades en una gran mansión situada en la isla de Faros, muy próxima a la ciudad, donde trabajaron durante 72 días hasta traducir los cinco libros del Pentateuco. Filón de Alejandría, en su De vita Mosis, añade a la legendaria historia que los 72 ancianos trabajaron de forma independiente y que una vez terminaron la traducción, comprobaron que todas ellas coincidían a la perfección.
Una vez finalizada la traducción, fue leída en voz alta en público para gozo de los presentes. Y a continuación se ordenó hacer dos copias: una para la Biblioteca y otra para la comunidad judía de Alejandría.
Los investigadores actualmente aceptan parte del contenido de la Carta de Aristeas a Filócrates, pudiendo entrever los principales motivos de semejante tarea de traducción: un interés cultural por parte del monarca y su entorno, pero también razones de tipo jurídico, pues los judíos de Alejandría probablemente se acogían a las costumbres de la Ley de Moisés. Así pues, la administración tuvo a bien traducir al griego el Pentateuco para una mejor legislación de la comunidad judía, a la vez que se enriquecía el patrimonio bibliográfico de la Biblioteca.
A raíz de la leyenda, la versión griega del Pentateuco fue conocida como la versión de los 70 ancianos o simplemente la LXX. Significó además una apertura del mundo cultural judío a la cultura helena, siendo texto de referencia para la comunidad judía alejandrina y para notables escritores judíos como Filón de Alejadría o Flavio Josefo. Incluso se convirtió en fuente de consulta de los cuatro evangelistas para la composición de sus escritos sobre la vida y muerte de Jesús.
Más información: “La carta de Aristeas a Filócrates” texto completo en castellano http://www.traduccionliteraria.org/1611/esc/biblia/aristeas.htm